JULIO 2010


Primero el BICENTENARIO.
Después vino el Mundial de Sudáfrica.
Los fabricantes de banderas estaban exultantes. Y los vendedores. Y a decir verdad, muchos ituzainguenses también lo estábamos.
Durante 60 días los baches parecían más chicos, la gente en la calle parecía menos crispada y hasta nos dolía menos esa certeza tan repetida de no llegar a fin de mes.
Pero justo con la finalización de la primer mitad del año llegó el partido con Alemania que nos dejó fuera del Mundial y pareciera para algunos que todo terminó.
De buenos periodistas suele ser la costumbre de reflejar la realidad sin intentar cambiarla.
Nada más lejos de mi intención al escribir estas líneas.
Imposible conformarme con la simple enumeración de los hechos.
¿Cómo dejar pasar la oportunidad de aprovechar este rebrote de fervor patriótico albiceleste?
El concepto es tan simple como pensar que la celeste y blanca puede y debería dejar pasar a la verde de Ituzaingó que cuánto más cerca está de nuestros cotidianos intereses.
Y así entusiasmarnos y ponernos la camiseta del club de nuestra patria chica donde van nuestros pibes.
Y subir un poco más la apuesta y en un rapto de fervor ciudadano (nada más patriótico) acercarnos al centro cultural más cercano, no ya como simple espectador, sino como participante activo dispuesto a colaborar y ¿por qué no? Modificar en algo la realidad, nuestra realidad. La tuya.
Y tal vez más… como si fuera la final del Mundial que no tuvimos, salir desesperado a la calle, pararte en cada puesto de diarios y pedir, reclamar, exigir que cada nueva edición de los periódicos zonales sea enviada a tu domicilio sin demora.
Y será una nueva emoción en una vida más plena en una comunidad mejor.

Daniel Jorge Galst